lunes, 26 de febrero de 2007

EL OTOÑO DEL PLUTARCA

EL OTOÑO DEL PLUTARCA

El temor, ya no infundado sino real, de los antiguos simpatizantes del Uribismo, ha degenerado en una monumental cascada de creciente desconfianza que mengua en definitiva, el tan ufanado apoyo del que se jactaba el presidente. La aplanadora coalición lograda a punta de acuerdos y generosos privilegios burocráticos, nos han puesto de manifiesto la fragilidad de un gobierno pegado con babas. Prueba inequívoca de ello se evidencia en la soledad y aislamiento en que se haya sumido el otrora infalible presidente, nadie en particular ha podido asumir con entereza, coraje y vehemencia la titánica labor de defender ante la opinión pública nacional e internacional, la maltrecha imagen de su gobierno puesto en entredicho por el fenómeno narco-paramilitar que lo ilegítima y desmorona.
Populares también lo son Jotamario, Méndez, y hasta Marbel en su momento, pero de allí a sostener el sofisma de asumir la popularidad como un indicador válido de aceptación y credibilidad existe un verdadero abismo.
La fatiga del desgobierno se hace notar y su debilitamiento pone en riesgo la fractura del ilusorio régimen mantenido por la fuerza y muy a pesar de la incompetente labor de prolíficos Joseobdulianos asesores que no escatiman oportunidad para batir el mágico abanico soplador de artimañas pendencieras y flamígeras cortinas despistantes.
El escaso humo que a diario trata de asfixiar a una opinión harta de mentiras y escándalos no ha sido suficiente para anular el legítimo deseo por respirar un aire exento de enrarecidos propósitos y lleno de una verdad apabullante y esquiva.
Cotidiana improvisación y obvio desespero son imposibles de ocultar, denotando una creciente debilidad de un poderío fragmentado y a punto de desmoronarse ante la obstruida nariz de los refundadores de la patria.
Imposible será, tratar de mantener ocultando una verdad presa de sí misma ante la arremetida insidiosa de unos hechos imposibles de ocultar.
Ningún gobierno en los dos últimos siglos ha logrado mantenerse por más de dos períodos en un país amnésico como el nuestro pero ni tan pendejo como creía nuestro ubérrimo presidente.

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