jueves, 25 de enero de 2007

LA MALA HORA DE LA MILI

LA MALA HORA DE LA MILI

Bastante difíciles se han tornado las últimas alocuciones de los altos mandos militares a través de los medios de comunicación cuando salen a ponerle pecho a la responsabilidad que les compete tras los errores cometidos por sus subalternos. Preocupante por no decir menos, que se hayan vuelto casi cotidianas las noticias protagonizadas por miembros activos de la fuerza pública en “cumplimiento del servicio”. Los Colombianos no se recuperan del asombro después del lamentable escándalo de los carro bombas utilizados para cometer supuestos actos terroristas en contra del entonces candidato a la presidencia, señor Alvaro Uribe Velez, para manipular la opinión a su favor, y donde la mejor salida fue la de convertir las graves denuncias en unos falsos positivos donde los militares involucrados solo perseguían el cobro de recompensas y la exaltación por parte de sus superiores.

Lo de la caleta ni lo mencionemos puesto que sirvió hasta para que nuestros criollos cineastas se regocijaran haciendo la apología de la desvergüenza.

Renglón seguido se presentaron combates con la policía en varios de los casos llamados enfrentamientos por “fuego amigo”; caso a parte merece el tema de Jamundí donde la realidad de los hechos conocidos por la opinión pública superan cualquier presupuesto lógico; y no termina de suceder un escándalo cuando aparece otro más, el insólito y macabro juego entre oficiales y subalternos que tienen funestas consecuencias que van desde las llamas a los tablazos; y como si todo esto no fuera suficiente, aparecen las denuncias del señor Mancuso contra comandantes del ejército vinculándolos a crímenes y genocidios; pero el bochorno aún continúa con las últimas noticias sobre otro error militar que le cuesta la vida a un conductor y heridas a varios niños indígenas en zona rural de Florida (Valle) donde para colmo de males, los uniformados son “retenidos” (Según el tan de moda neologismo) por los indígenas que habitan la zona y entregados a la defensoría y personería locales.

Y quedan en el tintero algunos cuantos más que de solo mencionarlos causan asombro: la intoxicación con raciones de campaña, el abandono y posterior entrega de sus armas por parte de todo un pelotón que se cansó de aguantar hambre en el monte y a quienes no le llegaban los suministros necesarios para seguir en el área…

Definitivamente hay que realizar algunos cambios profundos en nuestro ejército o de lo contrario la moral de la tropa tocará fondo y nada bueno se podrá esperar de ello.

¿Cómo se pueden subsanar de manera convincente todos estos problemas frente a una población cada vez más escéptica y cómo recuperar su plena confianza en el establecimiento de verdaderos procesos que conduzcan a la paz?

¿Irá siendo hora de desmontar el servicio militar obligatorio y profesionalizar de una vez por todas el ejército?

Se escuchan urgentes propuestas!

DOUGLAS MONTAÑEZ YASPE